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miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Reunión

El despacho del comisario era un antro situado en la segunda planta del departamento de policía. El cubículo era pequeño y tenía un extraño olor a humedad y cigarrillos Laramies. La ventana, ofrecía la perspectiva del muro del edificio contiguo cuando no estaba cubierta por el estor metálico y el mobiliario no ofrecía mayor lujo que el de una mesa de madera, un sillón de cuero sintético envejecido y un par de viejas sillas. La pésima luz del flexo mostraba un siniestro lugar típico de las novelas negras, incluyendo un clasificador de metal con las proporciones de un enorme jugador de baloncesto.  

La mesa estaba cubierta de cientos de carpetas antiguas y ennegrecidas del humo, casos sin resolver que habían sido asignados al comisario López. Entre aquel caos de asesinatos archivados había una nueva carpeta, sin apenas informes, con un par de fotografías y datada de la semana anterior. Como jefe de aquella investigación, al fin, se escribía el nombre del joven comisario. Por fin, sería él quién diera las órdenes a aquella pandilla de viejos lobos artos de investigaciones inconclusas y de aquel mundo de misterio.

La reunión iba a comenzar en la sala 320 del departamento, así que el pobre comisario debería subir hasta la tortuosa cuarta planta sin ascensor, con el informe, las fotografías, el cañón y acompañado del grasiento técnico de imagen del departamento y su aburrido monólogo sobre este u aquel nuevo dispositivo de imagen. Al fin, apareció la sala. Otra pequeña habitación con una enorme mesa y un montón de sillas, un obsoleto ordenador y una pequeña pizarra de tono aceitunado y cubierta de polvillo de las tizas. Allí esperaba el equipo, su equipo, un grupo de investigadores cansados de luchar contra la complicación, y que se habían rendido al sistema de la opción más convincente y el carpetazo rápido. Pero aquello iba a cambiar, su equipo iba a cambiar porque hoy era él, un loco de la complicación, un fanático de la búsqueda de la verdad, quién daría las órdenes. Todos le miraron cuando entró, sus caras eran un reflejo de sus pensamientos y decían, “Niñato. Madura. No hay casos imposibles. Carpetazo y sueldo, no pierdas el tiempo, cobrarás lo mismo.” Pero el comisario López no se rendiría tan fácilmente, y les plantearía toda una eternidad de caminos e hipótesis para descubrir al verdadero asesino.

-¡Ya era hora, jefe!- Gritó Manuel, un tipo bajito, con el cabello oscuro y cara de pocos amigos, desde el final de la sala.

-Lo siento, he tenido problemas con unos nuevos datos que tenían que llegar del laboratorio. Pero vayamos al tema. ¿Habéis leído las copias de los informes?

Todos miraron al comisario con una sonrisa en la cara. ¿Nadie lo había leído, no iban a mostrar ni un mínimo de interés? López recorrió la sala con la mirada, buscando un aliado entre los enemigos en los que se habían convertido sus compañeros y, al fin, se topó con la limpia mirada de Morales, un viejo amigo de la investigación, con más de 20 años de experiencia y un bonito despacho en la primera planta.

-Yo sí lo he leído. Pero, no sé ni para que hemos venido aquí, obviamente fue el marido, no aparece por ningún sitio en la investigación y el vecindario no dice nada de él. López, este caso lo podría resolver cualquiera de mis críos y tú nos has reunido para jugar a los detectives. Acabemos con esto, que se nos va a hacer la hora del almuerzo.

- Claro que no aparece, murió hace 6 años, en una operación a corazón abierto, en Suiza, donde vivían. Después la familia se trasladó. Por eso no hay rastro de él ni los vecinos saben nada, ahora que si prefieres que mandemos investigar al pobre hombre por si ha regresado de la muerte, adelante, pero creo que todavía no tenemos un departamento de casos paranormales.

Toda la sala se quedó en silencio. Aquel joven, con su camisas blanca y sus vaqueros desgastados, acababa de poner en jaque al que había sido su jefe hasta hacía escasos días. El comisario sonrió para sí mismo y se dirigió hacia el ordenador, insertó un CD y encendió el cañón. El holograma de la policía apareció sobre la blanca pared y seguidamente un torrente de fotografías aparecieron en el proyector.

4 comentarios:

  1. Me ha encantado! :D
    no me había dado cuenta de que habías escrito, sorry! jeje
    un beso Arantxita! y feliz navidad! :)

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  2. Me alegro :)
    Últimamente no encuentro ni un minuto para sentarme, relajarme y escribir un poco. Me sabe fatal, pero me faltan las horas.
    Zorionak y besitos!

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  3. Hooooooola (:
    Me sigues, y no sabía en cuál de los tres blogs que tienes seguirte a ti... Pero como he visto que hay una historia que tiene como protagonista a una tocaya mía, de momento te sigo en este ^^ Aunque me lo leeré todo, ten paciencia, empezamos OTRA VEZ con las clases -___-
    Besos!

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  4. ¡Hola Cris!
    Bienvenidísima a mi blog de relatos. En realidad, este es el que últimamente está más abandonado (La inspiración, que no le da la gana venir), pásate por los otros dos, si quieres, que los llevo más al día. Pues sí, es tocaya tuya, y le esperan muchas aventuras, te lo digo yo :)
    Un beso!

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