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sábado, 17 de diciembre de 2011

Pequeñas voces sin cuerpo...

Tengo mil almas encerradas en mi mente. Se pasan los días en silencio y las noches envenenando mis ideas. Por la mañana se miran, rencorosas, unas a otras y se esconden en algún recoveco. En los atardeceres, si es que los hay algún día, se escucha al sol caer entre las montañas, en un silencio definitivo. Muchas veces suenan acordes de no se qué guitarra que hay perdida en mi cabeza y todas salen de sus escondites a mirarse con nostalgia. 

En invierno hay una hoguera, y a veces se pueden oler recuerdos de días felices. En verano se tumban frente a las neuronas y parece que las sonríen con sus ojos vacíos. En otoño desaparecen, regresan a su pequeño refugio y sólo se gritan en la oscuridad. Pero es en primavera cuando se fuman los recuerdos, las melodías, el calor y los gritos. 

Sobre mi frente, con los carbones fríos del invierno, escriben que esperar duele y me susurran desde dentro los recuerdos de sus vidas esperando una tarde libre.