Gracias;

viernes, 26 de noviembre de 2010

Quiero.

Quiero escribir amor y sentir como palpita cada letra bajo mi piel,
quiero ver como cada centímetro de mi cuerpo se estremece al oír su voz, 
quiero pasarme las noches haciendo y deshaciendo los besos que me dio,
quiero mirarle a los ojos y poder ver mi reflejo en ellos, y sentir que sólo existimos los dos, 
que el mundo puede seguir girando, ahora que está a mi lado.

martes, 9 de noviembre de 2010

3.

Cristina se había acostumbrado ya a aquella casa a unos metros de la playa. Todas las mañanas le despertaba el mismo aroma profundo de oleaje matutino, y entonces llegaba Pávlo con aquellas ganas tremendas de salir en busca de sus preciadas conchas a una playa que todavía estaba despertando, y con un buen desayuno sobre la ya cotidiana bandeja de plata.

En la primera planta, junto al salón, había una enorme habitación con amplios ventanales en los que se podía ver, como no, aquel mar mediterráneo tan terrible como bondadoso. El resto de las paredes estaban cubiertas de robustas estanterías de roble oscuro que se encontraban, a su vez, cubiertas de libros de mil tipos y tamaños. Aquella era la biblioteca de la casa, siempre silenciosa y dispuesta a revelar cientos de historias. Carol recordaba con especial cariño el tomo añil del segundo estante. Era un viejo diccionario de griego,  que contenía cientos de anotaciones en español en una letra clara y un tanto cursiva.

Μικρές (mikrés) *Pequeño/a
1. ( Επίθετο) σύντομο, η οποία δεν έχει νόμιμη επέκταση. (Corto, que no tiene la extensión que le corresponde)
2. ( Επίθετο)  Ένας τέτοιος άνθρωπος, ένα ζώο ή ένα πράγμα: Έχοντας μικρή ή και μικρότερο από άλλα του είδους του. (Se dice de una persona, animal o cosa: Que tiene poco o menor tamaño que otras de su misma especie.)
3. ( Επίθετο)  Από νεαρή ηλικία. (De corta edad)

 Giagiá había olvidado por completo el nombre de Cristina y, desde los primeros días, la joven se había acostumbrado a aquel mikrés como si de su propio nombre se tratase. La nueva vida de Cristina era cómoda y feliz. Pasaba los días entre la playa con Pávlo, la cocina con Giagiá y la biblioteca con los recuerdos. Los momentos que más disfrutaba eran los que pasaba en la cocina, escuchando las antiguas leyendas de aquella Grecia fraccionada en mil islas. De vez en cuando, Cristina preguntaba por su padre o por su madre. En relación a su padre Giagiá se limitaba a perder la mirada en aquel horizonte azulado, como esperando que el mar contestara las preguntas de la chica. Y cuando Cristina preguntaba por su madre, la anciana mujer dejaba todo aquello que estuviera haciendo y se dirigía con parsimonia hacía el salón. Allí, junto a la chimenea, había una tambaleante columna de gruesos tomos repletos de fotografías, cartas y cientos de notas.

En aquellas notas, Cristina pudo reconocer la escritura que tanto le había ayudado en la biblioteca y pronto relacionó aquella ayuda con las fotografías y sonrió incrédula al descubrir que se trataba de la misma persona. Su madre, desde el pasado, la había ayudado en aquel rompecabezas de grafías. Entre las cientos de fotografías, Giagiá mostró emocionada un antiguo retrato en aquella misma playa. En él, se veía a un bebé riendo entre unas suaves olas de Julio.

-Mikrés – dijo la anciana con la voz entrecortada y señalando a la niña de la fotografía.

-¿Yo?

La incredulidad de Cristina se mezclaba con la felicidad de la anciana. Y entre aquel cúmulo de emociones se descubría el principio de una historia emocionante.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Renovando viejas lecturas.

No hay nada más maravilloso que el olor de un libro nuevo. El lomo brilla, el título se lee perfectamente, las páginas tienen ese aroma de eternidad recién estrenada y las letras, con esas nuevas fuentes tan claras y simples de leer. He de decir que me encanta estrenar un libro, lo abres, lo observas cientos de veces y al final te decides a empezar con la lectura. Como nunca antes lo has leído, disfrutas con cada palabra al igual que un niño con un juguete nuevo. 

No hay nada más maravilloso que el olor de un libro viejo. El lomo está descolorido, el título apenas es legible, las páginas se han vuelto amarillentas y conservan un extraño aroma a inmortalidad y las letras, perdidas entre la espesura de las tintas de una vieja máquina de escribir. He de decir que me encanta releer por enésima vez el mismo libro, lo tocas, captas la vejez de sus tapas, te fijas en la fecha de la primera edición, ¡Dios santo!¿tanto tiempo hace? y al final te decides a embarcarte en la historia ya conocida. Como conoces cada frase, saboreas cada palabra como un niño disfruta de su dulce favorito.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Desayuno Catastrófico 2.

-Adelante, pase usted primero comisario.

-Gracias. Bien, entonces dice que una de las vecinas, la señora eh, veamos, lo tenía apuntado por aquí- El joven empezó a retorcer las hojas de su pequeña libreta sin encontrar ni rastro del nombre de la mujer.

-Carmen Guiral.

-Eso es. Bien, Carmen preguntó por Lucía, la propietaria de este apartamento, ya que debía haber pasado a recoger a su hija y se preguntaba si usted la había visto. Y cómo ningún vecino había visto a Lucía ni a ninguno de sus dos hijos, llamaron a la policía. ¿Alguna cosa más?

El bedel meditó unos instantes y luego negó con la cabeza. Sacó la llave de la cerradura y la guardó en uno de sus bolsillos.

-Asegúrese de no tocar nada, si ha sucedido algo necesitamos que la escena del crimen no esté contaminada.

El comisario sacó de su maletín una pequeña grabadora y comenzó su relato mientras recorría las habitaciones…

Comisario López. 23 de octubre 2006.
La mañana del 23 de Octubre, sobre las 10, el bedel del edificio número 40 de la calle Martínez Martínez denunció un posible C75. El apartamento B-13 parece aparentemente vacío. La cerradura no está forzada y la puerta estaba cerrada con llave. En el salón no hay nada fuera de lo normal. Tampoco en el comedor. La puerta de la cocina está entornada y… hemos encontrado a Lucía. Mujer de unos 40 años, se le han practicado tres incisiones con un arma blanca, posiblemente un cuchillo de cocina, de unos 4 centímetros de ancho. Las puñaladas se encuentran en el costado izquierdo, por lo que se deduce que el agresor entró por la misma puerta que nosotros. No hay ninguna huella, pero la puerta al balcón está abierta. El agresor podría haber escapado por aquí, utilizando los balcones del resto del vecindario.

-Señor, los niños tampoco han ido al colegio.

-Claro, sí, gracias Ignacio, vamos a buscarlos. Es una desgracia que ocurran estas cosas.


En el pasillo hay un par de cuadros girados. Uno de ellos es una fotografía de la víctima número uno junto con dos niños de entre 7 y 12 años en la Plaza del Sol de Madrid. El otro describe un paisaje, un bosque de hojas amarillentas en un día soleado. Cuarto de baño despejado, habitación de Lucía: la cama está desecha aun que hay sangre en la cama, la ventana está abierta, el agresor también podría haber huido por aquí, aun que es una salida más complicada y con una posible caída. Siguiente habitación, las persianas están bajadas. Aquí se encuentran los otros dos cuerpos. Los niños, de 10 y 15 años se encuentran en la cama, tapados con las sábanas. Ambos tienen un único disparo en el cráneo, entre el hueso temporal y el hueso frontal. Los disparos son de diferente calibre y los casquillos se encuentran colocados verticalmente sobre las mesillas de noche de cada uno de los niños. El rastro de la pólvora indica que los disparos fueron realizados desde el mismo lugar, entre las dos camas.