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martes, 9 de noviembre de 2010

3.

Cristina se había acostumbrado ya a aquella casa a unos metros de la playa. Todas las mañanas le despertaba el mismo aroma profundo de oleaje matutino, y entonces llegaba Pávlo con aquellas ganas tremendas de salir en busca de sus preciadas conchas a una playa que todavía estaba despertando, y con un buen desayuno sobre la ya cotidiana bandeja de plata.

En la primera planta, junto al salón, había una enorme habitación con amplios ventanales en los que se podía ver, como no, aquel mar mediterráneo tan terrible como bondadoso. El resto de las paredes estaban cubiertas de robustas estanterías de roble oscuro que se encontraban, a su vez, cubiertas de libros de mil tipos y tamaños. Aquella era la biblioteca de la casa, siempre silenciosa y dispuesta a revelar cientos de historias. Carol recordaba con especial cariño el tomo añil del segundo estante. Era un viejo diccionario de griego,  que contenía cientos de anotaciones en español en una letra clara y un tanto cursiva.

Μικρές (mikrés) *Pequeño/a
1. ( Επίθετο) σύντομο, η οποία δεν έχει νόμιμη επέκταση. (Corto, que no tiene la extensión que le corresponde)
2. ( Επίθετο)  Ένας τέτοιος άνθρωπος, ένα ζώο ή ένα πράγμα: Έχοντας μικρή ή και μικρότερο από άλλα του είδους του. (Se dice de una persona, animal o cosa: Que tiene poco o menor tamaño que otras de su misma especie.)
3. ( Επίθετο)  Από νεαρή ηλικία. (De corta edad)

 Giagiá había olvidado por completo el nombre de Cristina y, desde los primeros días, la joven se había acostumbrado a aquel mikrés como si de su propio nombre se tratase. La nueva vida de Cristina era cómoda y feliz. Pasaba los días entre la playa con Pávlo, la cocina con Giagiá y la biblioteca con los recuerdos. Los momentos que más disfrutaba eran los que pasaba en la cocina, escuchando las antiguas leyendas de aquella Grecia fraccionada en mil islas. De vez en cuando, Cristina preguntaba por su padre o por su madre. En relación a su padre Giagiá se limitaba a perder la mirada en aquel horizonte azulado, como esperando que el mar contestara las preguntas de la chica. Y cuando Cristina preguntaba por su madre, la anciana mujer dejaba todo aquello que estuviera haciendo y se dirigía con parsimonia hacía el salón. Allí, junto a la chimenea, había una tambaleante columna de gruesos tomos repletos de fotografías, cartas y cientos de notas.

En aquellas notas, Cristina pudo reconocer la escritura que tanto le había ayudado en la biblioteca y pronto relacionó aquella ayuda con las fotografías y sonrió incrédula al descubrir que se trataba de la misma persona. Su madre, desde el pasado, la había ayudado en aquel rompecabezas de grafías. Entre las cientos de fotografías, Giagiá mostró emocionada un antiguo retrato en aquella misma playa. En él, se veía a un bebé riendo entre unas suaves olas de Julio.

-Mikrés – dijo la anciana con la voz entrecortada y señalando a la niña de la fotografía.

-¿Yo?

La incredulidad de Cristina se mezclaba con la felicidad de la anciana. Y entre aquel cúmulo de emociones se descubría el principio de una historia emocionante.

3 comentarios:

  1. ¡Me alegro de que te guste!
    Encontré el momento y la inspiración y ahora parece que la historia ya va cobrando forma. Espero leer algo tuyo pronto ;)

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  2. Arann donde te metes!!??
    estas bien? jaja
    parece que se a tragado la tierra jaja
    espero que estes bien, un beso!:)

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